Se acabó el
verano y toca volver al trabajo. Como en los colegios de antes, la
primera actividad escolar tras el retorno consistía en hacer una redacción
acerca de lo que habías hecho durante las vacaciones. Yo quiero rememorar esos
tiempos y compartir con el que quiera leerlo las impresiones de mi viaje a las
Azores durante el mes de agosto y, en especial, de una de las curiosidades de
estas islas que me llamó especialmente la atención: el cultivo de té.
Las nueve
islas que conforman el archipiélago de Azores constituyen uno de los lugares
más atractivos de este lado del Atlántico. Originadas por la actividad
volcánica de la dorsal que recorre el océano de norte a sur, las islas
sorprenden por sus grandes calderas explosivas, llenas de agua muchas de ellas,
y formando lagos de aguas verdes y azules, rodeados de una vegetación
exuberante. En algunos puntos, como Furnas y Caldeira Velha (San Miguel) o
Enxofre (Terceira), el volcán nos avisa de que sigue vivo, ahí debajo, y se
manifiesta a través de emanaciones de aguas termales y fumarolas, o como en el
último proceso eruptivo acaecido en 1957 en Capelinhos (Faial).
Pero las bellezas
de Azores no son sólo naturales. Sus pueblos y núcleos urbanos, pequeños, bien
cuidados, con una arquitectura que ha sabido conservar la esencia de la
tradición, son el contrapunto a un paisaje rural que se extiende por las islas
en forma de extensos campos de millo y de cercados de piedra o de hortensias
–espectaculares los setos interminables de flores de mundo-, que acotan las
zonas de pasto de miles de vacas. La producción de leche es la principal fuente
de ingresos del archipiélago.
Y en medio de esta explosión
paisajística, la mayor de las islas –San Miguel- nos ofrece otra singularidad, que
se presenta como una actividad única y exclusiva en todo el continente europeo:
el cultivo y producción de té. En una zona de topografía suave de la vertiente
norte de la isla, a medio camino entre Ribeira Grande y Lomba de Maia, el
viajero se tropieza con una sucesión de setos compactos, perfectamente
alineados, que se extienden por las laderas, en ocasiones, hasta donde la vista
le alcanza. Es el té azoriano –chá,
en portugués-, que ha acabado por convertirse en uno de los reclamos turísticos
de San Miguel. El clima suave de Azores, junto con un régimen de
precipitaciones bien repartidas a lo largo del año y, sobre todo, la ausencia
de heladas y una insolación poco intensa, conforman las condiciones más
favorables para este tipo de cultivo, que aprovecha, además, la fertilidad de
los suelos volcánicos de la isla. En territorio europeo, sólo Galicia y alguna
comarca portuguesa cuentan con plantaciones, que no superan un carácter meramente
testimonial, frente al arraigo y la extensión cultivada en San Miguel.
Plantaciones de té en San Miguel de Azores (fotos de D. Galván)
Las primeras
noticias sobre el té azoriano se remontan a finales del siglo XVIII, fecha en
la que algunas referencias escritas mencionan arbustos de Camellia sinensis creciendo de forma asilvestrada en la isla de
Terceira. Su presencia sólo puede explicarse por el carácter estratégico del
archipiélago y por ser parada obligatoria en las rutas de navegación entre
Europa y Extremo Oriente, de donde la especie es originaria. Algún comerciante
o marino, desconocido, lo introduciría, quizá en un intento frustrado de que
arraigase en las islas.
Aunque no existe acuerdo en la
fecha, la introducción oficial del té en Azores se atribuye al oficial de la
guardia real, Jacinto Leite de Bettencourt, que obtiene los plantones del
Jardín Botánico de Río de Janeiro, llevándolos a su isla natal hacia 1820. Muy
pocos años antes, coincidiendo con la invasión napoleónica de Portugal y el
traslado de la corte a la ciudad costera brasileña, las autoridades lusas
promovieron la implantación del té en Brasil, procedente de la colonia de
Macao, logrando, además, que la especie se aclimatase perfectamente al nuevo
territorio.
En Azores,
sin embargo, su eclosión se produce a raíz de la crisis del naranjo a mediados
del siglo XIX, cuando la plaga de gomosis arruinó los naranjales de las islas.
Es entonces cuando la recién creada Sociedad Promotora Agrícola de San Miguel impulsa
un cambio de orientación agraria, promoviendo el té como alternativa y llegándose
a alcanzar una producción anual de 250 toneladas, para una superficie cultivada
de unas 300 hectáreas en el último cuarto de siglo. Incluso se contrataron dos
técnicos chinos, procedentes de Macao, que ejercieron una labor decisiva de
asesoramiento y enseñanza en el cultivo y la elaboración del té.
Pero las circunstancias
favorables se torcieron a lo largo del siglo XX. La interrupción de las
comunicaciones marítimas durante las dos guerras mundiales, unido a la fuerte
corriente emigratoria a Norteamérica, asestaron un duro golpe al comercio y la
producción del té azoriano. Las políticas proteccionistas del gobierno
portugués hacia el té de Mozambique, una de sus colonias africanas, terminaron
por liquidar un boyante negocio que había florecido durante cerca de un siglo.
Hacia 1966 sólo quedaban 6 de las 14 industrias dedicadas a esta actividad.
Actualmente, sólo se registra una
plantación no muy grande en Porto Formoso. Comenzó su andadura hacia 1920 y, tras
su cierre en los años 80, ha sido recuperada y convertida en un pequeño centro
de producción, con instalaciones que combinan la actividad productora con la
visita turística.
Mucho más importante es la Gorreana
Tea Factory (Chá Gorreana), que fue fundada en 1883 por la familia Gago de
Câmara. En la actualidad produce cerca de 40 toneladas anuales de té, en sus 45
hectáreas de superficie cultivada, y presume de mover su maquinaria, desde 1920,
gracias a la energía hidroeléctrica obtenida de un arroyo permanente que
atraviesa la plantación. El 75% de la producción se comercializa en el
archipiélago, aunque, poco a poco, comienza a abrirse camino la exportación a
Portugal, EEUU, Canadá, Alemania y Austria. El hecho de que no se empleen
pesticidas o fungicidas en todo el proceso ha disparado la demanda de sus tés
verdes y negros, de gran calidad e intenso aroma.
Variedades de té azoriano en un establecimiento local (Fotos de D. Galván)
Pero Chá Gorreana se ha
convertido, sobre todo, en una de las atracciones que uno no puede perderse en
San Miguel. Las instalaciones conservan la maquinaria original y existen rutas
guiadas que explican tanto el proceso de cultivo como el de la propia
fabricación del producto final.
Gorreana Tea Factory (Fotos de D. Galván)
La imagen cuidada y pulcra de
estos extensos campos de té, con el azul intenso del mar como telón de fondo,
es una postal que el visitante se lleva de San Miguel, como testimonio del
esfuerzo y la tenacidad agrícolas del isleño frente a las adversidades a las
que se enfrenta en un territorio no siempre amable.
- Moura, M. (2015). Tea: A journey from the East to Midatlantic. European Scientific Journal, 11 (29).
- The
azorean tea : producing black and Green tea since 1883 : Visit us [guía de] The
Gorreana Tea Factory].
Más información sobre plantas estimulantes en nuestra biblioteca.
Más información sobre plantas estimulantes en nuestra biblioteca.
¡Que artículo tan interesante!!! Que pena que las adictas al té no podamos disfrutar de esta exquisitez. Seguro que algún verano visitaré Las Azores!!
ResponderEliminarMe ha encantado, Delfina. Y me has agudizado mucho las ganas que ya tenía de conocer ese archipiélago. Pronto llegará. No sé si animarme a escribir yo... Enhorabuena.
ResponderEliminar¡Qué interesante! y las fotos preciosas :-)
ResponderEliminarInteresante artículo y preciosas fotos, sí. ¡Me alegro de que hayas disfrutado con ese viaje!
ResponderEliminarPara mí también es un destino que tengo siempre presente. Alguna vez iré.
Muy buenas fotos, me gusta mucho la restauración de los elementos vegetales de un área ajardinada, de hecho voy a comenzar este curso en paisajismo y medio rural, y quería saber si me lo recomiendan esto de estudiar a distancia.
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