Entre los proyectos que pueden acometer los titulados en el Grado en Ingeniería Agrícola y del Medio Rual, figura, necesariamente, el aprovechamiento de edificaciones y construcciones tradicionales existentes en el medio rural y su adaptación a los nuevos usos proyectados.
El valor patrimonial de esas edificaciones, algunas de la cuales de gran antigüedad, exige una rehabilitación cuidadosa de estos inmuebles, de tal manera que se respeten y potencien sus valores patrimoniales, haciéndolos compatibles con la nueva actividad.
En consecuencia nos pareció muy interesante subir a este blog el primero de una serie de artículos que se están publicando en el blog que lleva por título "Hablamos de Patrimonio en Tenerife", elaborado por el Jefe de Sección de la Unidad de Patrimonio Histórico del Cabildo de Tenerife, José Carlos Cabrera Pérez. Aunque los criterios de intervención que se analizan en el mismo se refieren, en realidad, a la arquitectura histórica de la isla, tanto urbana como rural, nosotros hemos entresacado el contenido que se refiere sólo a esta última.
Con el permiso del autor, José Carlos Cabrera, reproducimos parte de su artículo:
Con estos antecedentes, la intención en las próximas líneas es, únicamente, la de esbozar unos mínimos apuntes sobre las características básicas de nuestra arquitectura histórica, urbana y rural, sin más pretensiones que la de definir el objeto sobre el que vamos a discutir los criterios de restauración o rehabilitación.
Tal y como se ha señalado, la tradición arquitectónica en la isla ha venido marcada por una forma de construir que aparece desde el primer momento de la conquista. Las dificultades iniciales de los nuevos asentamientos, en los que eran aún escasos los artesanos y trabajadores especializados en la construcción (canteros, maestros albañiles, carpinteros…), condujo a un tipo de edificación de gran sencillez, con muros de tapial, de piedra seca o de mampostería de barro, y cubiertas de paja entrelazada, que conformaron un tipo de hábitat bastante precario, presente tanto en zonas rurales, como en los incipientes núcleos urbanos.
Hoy en día apenas quedan ejemplos y los que se conservan, sobre todo en Anaga y en el Valle de La Orotava, son resultado de un trabajo continuo de reedificación o de fábrica más o menos reciente (quizá de los últimos 100 o 150 años), debido a una tradición constructiva que nunca llegó a desaparecer en algunas zonas rurales.
Junto a esta tipología de gran sencillez y sumado a la pervivencia del hábitat en cuevas, comienza a generalizarse lo que será el prototipo de vivienda tradicional, caracterizada por muros de mampostería (piedra, barro, arena y cal) y cubierta de tejas. Esta “manera canaria” de construir cobrará un arraigo inusitado en el Archipiélago y perdurará durante más de cuatro siglos y pico –hasta mediados del XX, y aún más en algunos lugares-, erigiéndose como el estilo constructivo más generalizado en la isla (hay a quien no le gusta demasiado que se hable de “estilo canario”, pero sirve para entendernos).
Esta arquitectura tradicional ha sido definida como una variante de la arquitectura mudéjar de origen ibérico, supeditada a los condicionantes impuestos por el territorio insular y a la capacidad de éste para proporcionar los materiales constructivos. Sus influencias son múltiples y variadas, a veces difíciles de rastrear. Destaca la repercusión de los artífices de origen portugués, pero sin obviar el papel de Andalucía y Castilla en el aporte de técnicas y elementos de fábrica.
Es, además, una arquitectura tremendamente conservadora: generación tras generación se siguió construyendo con los mismos materiales, de la misma forma y manteniendo una misma tipología, dentro de las variaciones que se reconocen en los diferentes inmuebles. Esta variabilidad es más acusada en el medio rural donde la disponibilidad de espacio favorecía una mayor libertad en cuanto a las dimensiones y a los procesos de ampliación mediante la adición de nuevos módulos, según las necesidades familiares.
Como rasgo esencial, el uso de muros de carga de mampuesto y de bloques esquineros de piedra para la trabazón de los muros. También lo es la profusión de las carpinterías de madera, que se observan en techumbres, puertas, ventanas, balcones, galerías interiores, forjados o “solladíos” en planta alta, así como en los artesonados o alfarjes que conforman las cubiertas. Éstas se rematan siempre con teja árabe, si bien, desde finales del siglo XVIII se introducirá progresivamente la cubierta plana o de azotea, en especial en zonas de menor pluviosidad; añadiéndose, además, a partir del siglo XIX el recurso a la teja plana o francesa.
En zonas rurales la edificación aparece aislada o formando caseríos con mayor o menor grado de agrupamiento. Son construcciones absolutamente funcionales y ajenas a lo superfluo, que, a diferencia del mundo urbano, no incorporan elementos cultos. No hay ornamentos, no hay adornos, la sencillez y la sobriedad son sus señas de identidad. Propone soluciones poco costosas y elementales, centradas en la durabilidad y la seguridad.
Es, además, una arquitectura tremendamente conservadora: generación tras generación se siguió construyendo con los mismos materiales, de la misma forma y manteniendo una misma tipología, dentro de las variaciones que se reconocen en los diferentes inmuebles
En el escalón más bajo en cuanto a complejidad, la casa terrera, de planta rectangular y cubierta de tejas, a dos o a cuatro aguas. Esta unidad básica se complica a partir de añadidos, que van ampliando la superficie de la edificación. Primero se incorpora un pequeño cuerpo, generalmente destinado a cocina, para configurar una planta en “L”; y, posteriormente, se irán adosando módulos constructivos que dan lugar a plantas complejas, destinadas a acoger a las nuevas familias de los hijos o a los usos propios del campo: cuartos de aperos, lagares, gañanías, corrales, bodegas, graneros…
En los núcleos urbanos, las limitaciones de espacio (el hecho de encontrarse entre medianeras), la uniformidad de la superficie de los solares y las ordenanzas municipales sobre la edificación, que se dictan desde fecha temprana, hacen que la tipología de las viviendas ofrezca pocas variaciones. Se construyen con los mismos materiales y técnicas que las casas rurales, organizándose alrededor de un patio central, lateral o trasero (este último, a modo de huerta o traspatio), que proporcionaba luz y ventilación, a la vez que garantizaba la privacidad de la vida familiar y la conexión entre las distintas dependencias."
Si quieren acceder al texto completo: BLOG HABLAMOS DE PATRIMONIO EN TENERIFE
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Buen artículo!
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