jueves, 7 de septiembre de 2017

El TÉ DE AZORES, UNA EXPERIENCIA ÚNICA EN EUROPA


          Se acabó el verano y toca volver al trabajo. Como en los colegios de antes, la primera actividad escolar tras el retorno consistía en hacer una redacción acerca de lo que habías hecho durante las vacaciones. Yo quiero rememorar esos tiempos y compartir con el que quiera leerlo las impresiones de mi viaje a las Azores durante el mes de agosto y, en especial, de una de las curiosidades de estas islas que me llamó especialmente la atención: el cultivo de té.

          Las nueve islas que conforman el archipiélago de Azores constituyen uno de los lugares más atractivos de este lado del Atlántico. Originadas por la actividad volcánica de la dorsal que recorre el océano de norte a sur, las islas sorprenden por sus grandes calderas explosivas, llenas de agua muchas de ellas, y formando lagos de aguas verdes y azules, rodeados de una vegetación exuberante. En algunos puntos, como Furnas y Caldeira Velha (San Miguel) o Enxofre (Terceira), el volcán nos avisa de que sigue vivo, ahí debajo, y se manifiesta a través de emanaciones de aguas termales y fumarolas, o como en el último proceso eruptivo acaecido en 1957 en Capelinhos (Faial).

          Pero las bellezas de Azores no son sólo naturales. Sus pueblos y núcleos urbanos, pequeños, bien cuidados, con una arquitectura que ha sabido conservar la esencia de la tradición, son el contrapunto a un paisaje rural que se extiende por las islas en forma de extensos campos de millo y de cercados de piedra o de hortensias –espectaculares los setos interminables de flores de mundo-, que acotan las zonas de pasto de miles de vacas. La producción de leche es la principal fuente de ingresos del archipiélago.

          Y en medio de esta explosión paisajística, la mayor de las islas –San Miguel- nos ofrece otra singularidad, que se presenta como una actividad única y exclusiva en todo el continente europeo: el cultivo y producción de té. En una zona de topografía suave de la vertiente norte de la isla, a medio camino entre Ribeira Grande y Lomba de Maia, el viajero se tropieza con una sucesión de setos compactos, perfectamente alineados, que se extienden por las laderas, en ocasiones, hasta donde la vista le alcanza. Es el té azoriano –chá, en portugués-, que ha acabado por convertirse en uno de los reclamos turísticos de San Miguel. El clima suave de Azores, junto con un régimen de precipitaciones bien repartidas a lo largo del año y, sobre todo, la ausencia de heladas y una insolación poco intensa, conforman las condiciones más favorables para este tipo de cultivo, que aprovecha, además, la fertilidad de los suelos volcánicos de la isla. En territorio europeo, sólo Galicia y alguna comarca portuguesa cuentan con plantaciones, que no superan un carácter meramente testimonial, frente al arraigo y la extensión cultivada en San Miguel.





Plantaciones de té en San Miguel de Azores (fotos de D. Galván)


          Las primeras noticias sobre el té azoriano se remontan a finales del siglo XVIII, fecha en la que algunas referencias escritas mencionan arbustos de Camellia sinensis creciendo de forma asilvestrada en la isla de Terceira. Su presencia sólo puede explicarse por el carácter estratégico del archipiélago y por ser parada obligatoria en las rutas de navegación entre Europa y Extremo Oriente, de donde la especie es originaria. Algún comerciante o marino, desconocido, lo introduciría, quizá en un intento frustrado de que arraigase en las islas.

Aunque no existe acuerdo en la fecha, la introducción oficial del té en Azores se atribuye al oficial de la guardia real, Jacinto Leite de Bettencourt, que obtiene los plantones del Jardín Botánico de Río de Janeiro, llevándolos a su isla natal hacia 1820. Muy pocos años antes, coincidiendo con la invasión napoleónica de Portugal y el traslado de la corte a la ciudad costera brasileña, las autoridades lusas promovieron la implantación del té en Brasil, procedente de la colonia de Macao, logrando, además, que la especie se aclimatase perfectamente al nuevo territorio.

          En Azores, sin embargo, su eclosión se produce a raíz de la crisis del naranjo a mediados del siglo XIX, cuando la plaga de gomosis arruinó los naranjales de las islas. Es entonces cuando la recién creada Sociedad Promotora Agrícola de San Miguel impulsa un cambio de orientación agraria, promoviendo el té como alternativa y llegándose a alcanzar una producción anual de 250 toneladas, para una superficie cultivada de unas 300 hectáreas en el último cuarto de siglo. Incluso se contrataron dos técnicos chinos, procedentes de Macao, que ejercieron una labor decisiva de asesoramiento y enseñanza en el cultivo y la elaboración del té.

Pero las circunstancias favorables se torcieron a lo largo del siglo XX. La interrupción de las comunicaciones marítimas durante las dos guerras mundiales, unido a la fuerte corriente emigratoria a Norteamérica, asestaron un duro golpe al comercio y la producción del té azoriano. Las políticas proteccionistas del gobierno portugués hacia el té de Mozambique, una de sus colonias africanas, terminaron por liquidar un boyante negocio que había florecido durante cerca de un siglo. Hacia 1966 sólo quedaban 6 de las 14 industrias dedicadas a esta actividad.

Actualmente, sólo se registra una plantación no muy grande en Porto Formoso. Comenzó su andadura hacia 1920 y, tras su cierre en los años 80, ha sido recuperada y convertida en un pequeño centro de producción, con instalaciones que combinan la actividad productora con la visita turística.

Mucho más importante es la Gorreana Tea Factory (Chá Gorreana), que fue fundada en 1883 por la familia Gago de Câmara. En la actualidad produce cerca de 40 toneladas anuales de té, en sus 45 hectáreas de superficie cultivada, y presume de mover su maquinaria, desde 1920, gracias a la energía hidroeléctrica obtenida de un arroyo permanente que atraviesa la plantación. El 75% de la producción se comercializa en el archipiélago, aunque, poco a poco, comienza a abrirse camino la exportación a Portugal, EEUU, Canadá, Alemania y Austria. El hecho de que no se empleen pesticidas o fungicidas en todo el proceso ha disparado la demanda de sus tés verdes y negros, de gran calidad e intenso aroma.


Variedades de té azoriano en un establecimiento local (Fotos de D. Galván)

Pero Chá Gorreana se ha convertido, sobre todo, en una de las atracciones que uno no puede perderse en San Miguel. Las instalaciones conservan la maquinaria original y existen rutas guiadas que explican tanto el proceso de cultivo como el de la propia fabricación del producto final.


Gorreana Tea Factory (Fotos de D. Galván)

La imagen cuidada y pulcra de estos extensos campos de té, con el azul intenso del mar como telón de fondo, es una postal que el visitante se lleva de San Miguel, como testimonio del esfuerzo y la tenacidad agrícolas del isleño frente a las adversidades a las que se enfrenta en un territorio no siempre amable.


Bibliografía:

- Moura, M. (2015). Tea: A journey from the East to Midatlantic. European Scientific Journal, 11 (29).

-  The azorean tea : producing black and Green tea since 1883 : Visit us [guía de] The Gorreana Tea Factory].

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